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Décimo tercer domingo después de Pentecostés (Propio 15) – Año C

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Isaías 5:1-7, Salmo 80:1-2, 8-18, Hebreos 11:29-12:2, Lucas 12:49-56

El texto del evangelio de hoy, es un texto bastante desafiante. Es desafiante no sólo para los seguidores de Jesús en ese tiempo, sino para nosotros también en el día de hoy.

Imaginemos por un momento lo que los discípulos de Jesús pensaron cuando escucharon estas palabras de su maestro: “¿Creen ustedes que he venido a traer paz a la tierra? Les digo que no, sino división.” Este grupo de discípulos que llevaba casi tres años siguiendo a Jesús, es muy posible que sintieran una mezcla de confusión y asombro. Hasta entonces, estos discípulos habían escuchado a Jesús predicar sobre el amor, sus valores como seguidores de sus enseñanzas, y el cultivar su relación con Dios.

Este mensaje es confuso porque Jesús no sólo está diciendo que en vez de paz, trae división, sino que esa división se dará entre miembros de las familias que pertenecen a una misma casa. Si este mensaje no nos sacude y nos hace sentir incómodos, quiere decir que algo no está bien con nosotros.

Jesús con este mensaje, nos invita a ir más allá. Si la paz que nosotros experimentamos es para quedar bien con el mundo, no es una verdadera paz. En la primera carta de san Pablo a los tesalonicenses, el apóstol nos dice que Dios nos pide que, al seguir su voluntad, “nuestro propósito es de agradarle a Dios y no a la gente”. Dios nos ofrece que seguir su voluntad y agradarle, Él nos ofrece una paz que el mundo no nos puede ofrecer. La paz de la que habla Jesús y la misma que ofrece Dios, es aquella paz que transciende nuestro entendimiento y arropa nuestro interior.

Jesús nos ofrece un mensaje contundente. El seguirle nos va a llevar a rupturas de relaciones que tal vez sean relaciones muy fuertes para nosotros. Romper con relaciones que en muchos casos pueden ser relaciones obsesivas, relaciones que no son sanas para nuestro espíritu. Jesús nos está advirtiendo de este tipo de relaciones, las relaciones que no son constructivas. A diferencia de la relación con Dios que es una relación donde no hay apegos. El amor de Dios, es un amor que no nos ata. Es un amor que nos libera, es un amor incondicional.

Muchos de nosotros hemos sido testigos, de familiares y amigos que hacen parte de iglesias con doctrinas o enseñanzas muy rígidas. Doctrinas que sirven al propósito de estar obsesionados más por encajar en esa comunidad, que en realidad cultivar una relación espiritual fuerte con Dios. Hay una frase en una canción de “hip hop” cristiano que dice: “Si tú vives por la atención de la gente; así mismo, morirás por su rechazo”. Esto quiere decir que los discipulados que se imponen, no son discipulados que siguen las enseñanzas de Jesús. Al discipulado que nos llama Jesús, es un discipulado abrazado por el amor de Dios.

Jesús con autoridad, experiencia propia y conocimiento, dice estas palabras preparando a sus discípulos para lo que viene. En los tiempos de Jesús la crisis política y socioeconómica era bastante difícil. Nuestros tiempos no son distintos de los tiempos de Jesús; lo que ha cambiado son los actores del conflicto, los grupos oprimidos, las voces opacadas y los contextos sociales, económicos y políticos. Por eso nuestra labor como cristianos comprometidos es la de traer el mensaje de las buenas nuevas a un mundo quebrantado que no conoce del amor de Dios.

El seguir a Cristo requiere que cambiemos nuestros caminos, romper promesas, y dejar a un lado compromisos que hemos hecho en el mundo. La perspectiva de Jesús es tan radical que nos confronta. Por ejemplo, en una situación donde tú y tu compañero de negocios están envueltos en prácticas poco éticas.

Este texto te está desafiando a cambiar radicalmente el curso de ese estilo de vida, y te invita a abrazar el amor de Dios. Recuérdate a ti mismo o a ti misma las palabras del profeta Isaías, “Porque mis pensamientos no son sus pensamientos, ni sus caminos son mis caminos–dice Dios”. En este caso, tu consciencia unida a la consciencia de Dios, no te dejan continuar con ese estilo de vida carente de ética.

¿Cómo puedes mantener tu paz interior? ¿O, es que acaso prefieres seguir siendo un o una hipócrita que engaña al mundo, que se engaña a sí mismo, a sí misma, y que engaña a Dios?

Dios también nos llama a un cambio de dirección. Cuando Dios nos llama a cambiar nuestro caminar y nos separarnos de aquellos que amamos y respetamos, pensemos en esos momentos en nuestras vidas. Pensemos cuando tenemos que tomar decisiones importantes como seguir la carrera profesional a la que en verdad nos sentimos llamados, y no a la carrera que nuestros padres quieren escoger para nosotros o nosotras. Cuando debemos tomar la decisión difícil de dejar un trabajo que nos hace sentir miserables, aunque lo mantenemos por el dinero que ganamos. Este cambio, va a requerir un gran sacrificio; y sobretodo, un triple salto mortal en nuestra fe.

Hoy debemos hacernos las preguntas, si es que no nos las hemos hecho antes. ¿Te ha llamado Dios a cambiar el curso de tu vida recientemente o en el pasado? ¿Haz tenido la experiencia de tener un pie afuera y el otro adentro, e intencionalmente haz decidido ir en la dirección a la que Dios te está llamando, a sabiendas que vas a dejar el privilegio, el estatus y el dinero? Si tú lo has hecho, si tú has tomado ese riesgo, sabes muy bien de qué está hablando Jesús, y cómo ha transformado tu vida.

Finalmente, todos los días y en cada momento como cristianos estamos llamados a tomar decisiones, decisiones que cambian el curso de nuestro día y de nuestras vidas. Algunas de estas decisiones conllevan un alto precio, tienen que ver con nuestra familia, el dinero, el trabajo, y esto en relación con nuestra salud y amistades. Para tomar esas decisiones, debemos estar en relación con el verdadero centro de nuestras vidas que es Dios. Esa relación con Dios la cultivamos y la acrecentamos, a través de la oración, a través del estudio de las escrituras, y del fortalecimiento de nuestra fe individual y en comunidad. ¡¿Qué esperas para cambiar tu vida y seguir a Jesús sin dar brazo a torcer o echarte para atrás?!

La Rvda. Alejandra Trillos es vicaria en la iglesia Christ Church en Brentwood, Nueva York de la Diócesis de Long Island.

Publicado por la Oficina de Formación de la Iglesia Episcopal, 815 Second Avenue, Nueva York, N. Y. 10017.
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